El antiguo Palacio del Conde de Campomanes fue adquirido en el año de 1867 con el objetivo de convertirlo en la Casa-Palacio de la Diputación de Zamora,
reuniendo así en ella todas y cada una de las oficinas provinciales. Pero la
crisis revolucionaria de 1868 y la carencia de fondos en aquel preciso momento
motivaron la suspensión de las obras y el cese de por aquel entonces arquitecto
provincial, el madrileño Pablo Cuesta y Sánchez. Por tanto, las oficinas de la Diputación se veían
nuevamente sometidas a sucesivos y temporales realojos, desde el Palacio de los
Mazariegos hasta el Hospital de Sotelo, pasando por el antiguo convento de las
Marinas. Habrá que esperar hasta la estabilidad de la Restauración
alfonsina para que el proyecto definitivo del nuevo Palacio Provincial tome
forma.
El 19 de noviembre de 1875 se
envió comunicación a Pablo Cuesta, por aquel entonces en Madrid, con el objeto
de ofrecerle la dirección facultativa de las obras. Tras la dirección de Pablo
Cuesta y Sánchez (1876-1878), el 26 de febrero de 1878 Segundo Viloria Escarda
tomó cargo de su plaza como nuevo arquitecto provincial, e introdujo ligeras
modificaciones en la planta del edificio trazado por Cuesta. La mentalidad
racionalista de Segundo Viloria, que le lleva a adoptar el concepto de “estilo”
como principio arquitectónico, reorientó buena parte del programa decorativo
para los interiores del Palacio; su gran aportación a la fábrica.
Es importante señalar que el
proyecto de construcción del Palacio de la Diputación provincial
de Zamora quedó supeditado a la coyuntura política, social, económica,
territorial, y administrativa de la época, madurándose a su amparo, de forma
evidente e inequívoca. En este sentido, el edificio se revela como verdadero
testimonio de toda una época, como verdadero “monumento”.
Si obviamos las modificaciones
que se llevaron a cabo en los últimos veinte años del siglo XIX, y luego en la
década de los años sesenta del siglo XX, podríamos reconstruir fácilmente la
traza original de Pablo Cuesta.
En el exterior, el afamado
escultor Eduardo Barrón González (1858-1911) se encargó de la labra del escudo,
tondos, enjutas y jambas de esta portada entre 1878 y 1881, coincidiendo con
las vacaciones que le concedía la Escuela
Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, en la que
había ingresado pensionado por la Diputación.
El avance de las obras permitió
que el 14 de agosto de 1880 se trasladaran las oficinas desde el Hospital de
Sotelo, si bien los trabajos de decorado y pintura no finalizarían hasta el mes
de diciembre de aquel mismo año.
Con el inicio del reinado de
Alfonso XIII (1902), y el comienzo de la segunda etapa de la Restauración , se abre
un nuevo ciclo para la fábrica del Palacio de la Diputación Provincial.
Se pretendía dotar al edificio de mayores comodidades y servicios para
adaptarlo, en lo posible, a los modernos sistemas de iluminación eléctrica
(1900) y calefacción a vapor (1908-1926).
Hasta los años sesenta del siglo
XX no volverán a producirse nuevas reformas de importancia en el edificio, que
nuevamente coincidirán con una profunda renovación administrativa. Bajo la
presidencia de Arturo Almazán Casaseca y con Antonio Viloria como arquitecto
provincial (nieto de Segundo Viloria) se llevaron a cabo varias obras de
conservación y mejora, que se justificaban por el estado de abandono en que se
encontraba el Palacio Provincial.
El edificio pronto empezó a
presentar síntomas de inadaptación, por lo que fue Alfonso Crespo Gutiérrez
quién formó el proyecto de restauración y rehabilitación del antiguo Hospital
de la Encarnación
(1974) como nueva sede de las oficinas provinciales. Las obras proyectadas se
realizaron durante los mandatos de las Corporaciones provinciales presididas
por Juan Seisdedos Robles, Ricardo Gómez Sandoval, José Miguel López Martínez y
Luis Cebrián Velarde, finalizándose el 3 de septiembre de 1982 e inaugurándose
oficialmente el día 9 de enero de 1983.
A partir de esa fecha los
distintos ámbitos de la Antigua Casa-Palacio
acogieron servicios subsidiarios de la Diputación , como el Conservatorio de Música, la Escuela de Artes y Oficios
o la Secretaría
del Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”.
La pintura de Padró en el techo es un ejemplo de falsificación histórica. Fernando V no conoció una bandera que no tomó Alfonso IX y que no hizo Viriato.
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