Y no se trata de un deseo como zamorano, que también, sino de una necesidad. Por muchos motivos. Ser Patrimonio de la Humanidad implica mayores posibilidades de desarrollo socioeconómico para Zamora y por extensión para la provincia. Implica mayores cifras de visitantes y de pernoctaciones. Implica también mayor gasto medio por visitante. Implica, por supuesto, mayores posibilidades de negocio para los alojamientos hoteleros y extrahoteleros, para la hostelería y el comercio, para las guías oficiales de turismo, para los taxistas, para las tiendas de productos locales, etc. Implica, en definitiva, mayor riqueza para una ciudad venida a menos, que necesita como el comer un proyecto ganador capaz de transformar Zamora y de romper la tendencia negativa en la que lleva mucho tiempo sumida.
Lo que me parece insólito es que ni siquiera se haya intentado aún, ni se haya redactado un proyecto en ese sentido. Es algo que ha estado a veces de fondo, pero no se ha movido ficha. Quizás porque no se trata de algo inmediato, queda fuera de la mirada cortoplacista que nos caracteriza como sociedad. No es algo que rente políticamente a corto plazo. Pero aquí no valen las excusas. O pensamos en grande, con proyectos capaces de darle la vuelta a la situación actual (como sería este), o entonces seguiremos con la misma tendencia, que es la del paro, la despoblación, el envejecimiento y la fuga de la gente más joven y preparada. Toca decidir la Zamora que queremos.
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