domingo, 29 de septiembre de 2013

Petavonium: Roma en Vidriales


Al norte de la provincia de Zamora se encuentran los restos romanos más importantes hallados en la geografía zamorana, lo que se conoce como Campamento de Petavonium, equidistante de las localidades de San Pedro de la Viña, Rosinos de Vidriales (a cuyo término pertenece) y Santibáñez de Vidriales. Toda persona interesada en nuestro pasado histórico tiene en Petavonium un lugar que visitar y disfrutar.
 
La civilización romana se caracterizó, ante todo, por su fuerte pragmatismo. Toda infraestructura, todo monumento poseía un carácter utilitario, servicial. En este sentido, Petavonium fue un asentamiento militar, construido en un lugar estratégico, cercano a la zona donde se desarrolló la contienda con los pueblos cántabros, situadas entre el 26 y el 19 antes de Cristo. Augusto, el primer emperador, sobrino de Julio César, fue el director de esta guerra contra los pueblos del noroeste de la Península Ibérica. Además, Petavonium se hallaba cerca del yacimiento minero de Las Médulas y en plena Vía de la Plata, eje que comunicaba el suroeste con el noroeste de Hispania.
 
El campamento llegó a contar con cinco mil soldados, pertenecientes, por las lápidas halladas, a la Legio X Gemina. Desde este punto estratégico la Legión controlaba la zona, administraba el territorio y, además, reclutaba y entrenaba a los habitantes de los pueblos de los alrededores, ya que ya aceptaban el sometimiento al poder romano. Con el tiempo, se ubicó en Petavonium una fuerza de caballería, integrada por 500 jinetes indígenas, ya con plena ciudadanía romana. Estos caballeros se dedicaron a la vigilancia del comercio de oro. Este nuevo campamento se construyó en el interior del original, ocupando unas cinco hectáreas. Se cree que se utilizó hasta el siglo III de nuestra era. Del antiguo asentamiento, solo se aprovechó parte de la muralla más exterior. El resto fue destruido.
 
El campamento contuvo termas públicas, un templo dedicado a Hércules y acogió, además de a los legionarios, a sus familiares, comerciantes, rameras, esclavos, que seguían a las legiones y se ubicaban cerca de los mismos. La ocupación, durante al menos cuatro siglos, del valle de Vidriales dio lugar a la creación de un núcleo urbano, que tuvo su cénit sobre los siglos II y III, coincidiendo con la nueva aportación de la caballería. De la importancia de Petavonium es prueba contundente que aparezca citado en documentos de los historiadores clásicos romanos como Tito Livio, Estrabón y Plinio el Viejo.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Sobre la villa de Villalpando y la Puerta de San Andrés

 
Prescindiendo de restos prehistóricos, aparece ya citado como Alpando en documentación de Sahagún del año 998, pero su despegue le llegó con la repoblación de Fernando II hacia 1170. Fue villa de los Templarios. Enrique II la entregó a Arnao de Solier, mercenario francés, a través del matrimonio de cuya hija María pasó a los Velasco, Condestables de Castilla. De su palacio, construido por Micer Benedito en 1427, apenas quedan unos muros y la base de un torreón, reutilizada para sostener un depósito de agua.

De sus murallas se conservan algunos restos, desgraciadamente no muchos, construidos de cal y canto rodado de cuarcita, de distinta altura dependiendo de su grado de degradación. Entre los autores que las han estudiado no hay acuerdo sobre su trazado y en particular su cronología, lo que sí parece cierto es que en absoluto se debieron a una sola campaña constructiva, sino que por el contrario se levantarían en gran parte a lo largo de los siglos XII y XIII. En origen tuvieron cuatro puertas; perdidas las de Santa María y San Lorenzo, sólo conserva las de Santiago y San Andrés. Para L. Calvo existió una muralla anterior a 1163, sin embargo para Gómez Moreno la villa sería fortificada a finales del siglo XII con Fernando II, y desde luego, bien van con ese momento los arcos apuntados y bóvedas de cañón que cierran las susodichas puertas y así se organiza un espacio abierto en ésta de San Andrés, entre dos fuertes cubos circulares, hechos con sillares de tosca labra por fuera y canto rodado al interior; también es de sillería el lienzo que va entre ellos, con almenas que coronan asimismo las torres.

El arco, por la parte exterior del recinto, adorna su rosca apuntada con pomas, flores, aspas y molduras; sobre él se labró un espacio rectangular organizado por el cordón franciscano inscrito en un alfiz; ese espacio se subdivide en dos por una moldura, con bolas que aparecen también cerrando por abajo el mentado rectángulo; el sector inferior acoge los escudos de la villa, con saeteras al lado, y el superior los muy erosionados de los Velasco, señores del lugar, y entre ellos una pequeña hornacina, hoy vacía, con rosca y jambas pometeadas. Todo parece obra de comienzos del siglo XVI. Por el interior de la cerca el arco es asimismo apuntado, resuelto con pequeñas dovelas y sin nada que lo ennoblezca.