sábado, 23 de febrero de 2013

La importancia de las mascaradas de invierno para la provincia de Zamora


Las mascaradas de invierno constituyen uno de esos raros y afortunados ejemplos de supervivencia cultural que aún pueden rastrearse por nuestra península ibérica. Algunos de esos lugares se concentran en la provincia de Zamora, donde entre los meses de diciembre y enero tienen lugar una serie de tradiciones festivas cuyo origen y simbología se remonta al pasado. Todas coinciden con el solsticio de invierno y se prolongan a veces con las celebraciones de antruejo en los carnavales. Personajes ataviados con extravagantes indumentarias, protagonizan las celebraciones de distintos pueblos zamoranos.

Las características que identifican a estas celebraciones y las relacionan con el resto de cuantas tienen lugar en zonas próximas como Portugal o Galicia, son la presencia fundamental de personajes diablescos que realizan carreras y saltos por las calles del pueblo, metiéndose con la gente o invitándoles a participar en la fiesta. Suelen ser los mozos o jóvenes solteros quienes encarnan a estos personajes y se ocupan de organizar la fiesta y pedir el aguinaldo, siempre acompañados de instrumentos como cencerros, tenazas articuladas, vejigas hinchadas...etc, con los que persiguen, golpean e intentan asustar a la población.

La importancia de estas representaciones para la provincia zamorana estriba, en mi opinión, en la consolidación de un modelo de difusión y promoción del patrimonio cultural inmaterial, iniciado hace años, basado en la identificación de unos rasgos comunes y en la puesta en marcha de un programa de recuperación y mantenimiento etnográfico y antropológico. Constituyen, por ende, uno de los pilares básicos de la cultura y el turismo provincial.

La puesta en marcha de un programa europeo de difusión y promoción de este tipo de representaciones, desarrollado conjuntamente con países como Portugal, Italia y Hungría, pone en conocimiento la importancia que para Europa tienen este tipo de etnografías culturales. Oportunidad única para la declaración conjunta de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, aunque para eso todavía falte mucho por hacer.

domingo, 10 de febrero de 2013

Algunas consideraciones sobre la ciudad de Zamora y su patrimonio románico

No sé si alguna vez ustedes se han preguntado por la razón de que a Zamora se la denomine como la Ciudad del Románico, dejando aparte el ya consabido tópico de que es aquella que alberga la mayor concentración europea de iglesias de este estilo artístico en su casco urbano. Esto es cierto, en la medida en que se han conservado una veintena de ellas, y, lo más importante, se ha vendido como tal, porque no nos confundamos, esta ciudad que mira al Duero se vende como ciudad del románico.

Pero, la realidad es otra, nuestra ciudad, otrora, gozó de una imagen bien distinta, marcada por una concentración aún mayor de templos y por la sensación de fortaleza, derivada de su situación geográfica y su capacidad de defensa, merced a la posesión de sus preciadas murallas, lo que le valió el apelativo de “Zamora la bien cercada”, e hizo que se la confundiera, incluso, con la mismísima Numancia.

Sin embargo, ¿a qué se debió esa importante concentración de templos en la ciudad?, ¿cuándo desaparecieron una gran parte de ellos? y, sobre todo, ¿cuáles fueron las causas? Esa concentración de templos en nuestra ciudad puede ser consecuencia, en primer lugar, de que Zamora fue, en aquella época, un importante foco para la causa de la Reconquista, debido, principalmente, a su situación estratégica.

Asimismo, hay que tener en consideración el contexto social, político, económico y cultural de una época en la que la religiosidad era mucho más acentuada que en la actualidad, además de que los diferentes monarcas de aquel tiempo facilitaron con mucho gusto dichas empresas constructivas, gracias a su poderoso status y a la gran bonanza económica que auspiciaba la ciudad. Era otra Zamora, diferente, evidentemente, a como hoy la conocemos, concebida al calor de la monarquía y la Iglesia, presente en algunos de los hechos más importantes del momento, entre los cuales baste citar aquellos que se narran en el legendario Romancero. Lo que los estudiosos del medievo han calificado como una "ciudad de representación".

Las causas por las que desaparecieron un importante número de edificios de estilo románico pueden explicarse, en conjunto, por la mala conservación de algunos de ellos, la desidia y los efectos del tiempo, en otros casos, y la nefasta labor de la piqueta municipal, en otros, muy presente en la desaparición de diferentes puertas y paños de muralla, esencialmente a finales del siglo XIX y durante todo el XX, por unos más que discutibles criterios urbanizables. La labor de reconstrucción, al menos hipotética, es muy complicada, como resultado de la falta de documentación en algunos casos y a la falta de conocimientos sobre el tema en otros, pero al mismo tiempo necesaria para paliar el desconocimiento existente sobre este aspecto de nuestra ciudad.

Afortunadamente, y gracias al Proyecto Cultural Zamora Románica, se ha conseguido actuar sobre aquellos templos que han llegado hasta nosotros, además de difundir a turistas y zamoranos todas y cada una de las intervenciones realizadas mediante visitas guiadas, talleres infantiles, concursos de pintura rápida y fotográficos, etc.