miércoles, 11 de diciembre de 2013

San Martín de Castañeda, un lugar privilegiado

El monasterio de San Martín de Castañeda fue construido en un lugar privilegiado por la naturaleza, uniendo de esta forma belleza arquitectónica y paisajística, pues a sus pies se encuentra el Lago de Sanabria, sobre el que los monjes obtuvieron en el año 916 el derecho de pesca. La estancia de los frailes en este lugar se documenta ya hacia el mencionado año, cuando era abad Martín; aunque hay algún autor que adelanta la fecha al año 897. Donaciones y compras a lo largo de los siglos X al XII acrecentaron su patrimonio, además a mediados de esa centuria gozaron de la protección de Alfonso VIII, que va a donar el monasterio a Pedro Cristiano, monje de Carracedo y amigo de San Bernardo, y a cuantos acepten la regla benedictina. En el año de 1207 se incorporará, no sin resistencia previa, a la orden del Císter.
 
Parte de su primitiva historia quedó recogida en una lápida, colocada en el hastial de poniente, que traducida dice así: “Este lugar antiguamente dedicado en honor de San Martín, de reducidas dimensiones, permaneció en ruinas largo tiempo, hasta que el abad Juan vino de Córdoba y consagró aquí un templo, levantó sus ruinas desde los cimientos y lo reconstruyó con piedra labrada, no por orden imperial y sí por la incesante diligencia de los monjes. Estas obras se acabaron en cinco meses, reinando Ordoño (II), en el año 921”. Evidentemente se trataría de un monasterio mozárabe del que no ha llegado más que algunos restos dispersos, unos en la propia iglesia y otros situados en edificios del propio pueblo. Del reconstruido monasterio a partir de 1150 sólo permanece su monumental iglesia, y ello por haber servido de parroquia, y alguna dependencia como el pabellón de entrada, la sala capitular...
 
Siguiendo a José Ramón Nieto González, cuenta con una planta de cruz latina con cabecera triabsidal escalonada, crucero ligeramente marcado en planta y bien potenciado en altura y tres naves de cuatro tramos, con lo que en definitiva parece inspirarse en la catedral zamorana, sin embargo en San Martín las pilas son cruciformes hacia las naves laterales y cuadradas hacia la central. En cuanto a cubiertas hay que registrar las consabidas bóvedas de horno en los semicírculos absidales y cañón apuntado en los tramos rectos que los preceden; estas capillas quedan separadas de sus correspondientes naves por arcos semicirculares en las laterales y por uno peraltado en la central; también la nave principal y los brazos del crucero se cierran con bóvedas de cañón agudo, pero en el centro de éste se elevó una nervada y baída, tal vez inspirada en el monasterio de Moreruela, cuyos nervios apean sobre ménsulas de rollos. Las naves secundarias se techan con bóvedas de arista, de mampostería de pizarra, pero alguna hubo de reforzarse con nervios; existe igualmente una de arista en la nave de la epístola.
 
De particular belleza es su cabecera por el exterior; el ábside central se anima por cuatro columnas que lo dividen en cinco calles, más estrechas las extremas, abriendo las anchas una ventana por lienzo sobre columnas con capiteles vegetales esquematizados que apean dos arcos. La cornisa, de tipo zamorano, corre sobre canecillos triangulares. Los absidiolos presentan tres columnas con capiteles vegetales organizando cuatro carrerras; rasgan una ventana con un solo arco redondo sobre columnitas. Capiteles y canecillos son similares a los de la capilla mayor. También es de gran belleza el hastial norte del crucero con una arquería ciega de cuatro arcos alancetados sobre esbeltas columnas con capiteles vegetales en su cuerpo medial; en lo alto, bajo la cubierta a dos aguas, se abre una ventana con arco semicircular.
 
En general, el edificio se caracteriza por la contención decorativa, pero no obstante hay una larga serie de capiteles en las ventanas y pilares de las naves que lucen motivos geométricos, vegetales y en menor medida figurados, tal vez por la dificultad objetiva del material, el granito. Esa dureza dificulta también la identificación de las marcas de cantería repartidas tanto por el interior como por el exterior del templo.
 
De la puerta del hastial de poniente poco queda en su estado original, pues se reformó en 1571 empotrando un relieve granítico de San Martín y el pobre y escudos, no obstante se conserva el óculo con zig-zag y puntas de diamante. En lo alto se rasgó un óculo. Remata todo una espadaña dieciochesca. En la nave meridional se conservan dos portadas; la tangente al brazo del crucero voltea cinco arcos escalonados sobre columnas con capiteles vegetales; la otra, a los pies de la nave, tiene arco doblado; una y otra comunicarían con dependencias conventuales y con el claustro del que sólo se conservan arcosolios agudos y arranques de bóvedas de terceletes, ya del siglo XVI, cuando también se construyó la sala capitular, cubierta con dos bóvedas de crucería ya con ornatos renacentistas.
 
Fueron importantes las obras llevadas a cabo en el siglo XVIII, que en gran medida rehicieron varias dependencias monacales, como la actual entrada al conjunto, pero mayor interés tiene la fachada barroca, de 1760, que potencia el eje central, donde se abre la puerta bajo un balcón volado entre pilastras cajeadas y decoradas con placas recortadas, que indican procedencia gallega.
El conjunto fue restaurado por Luis Menéndez-Pidal y Francisco Pons Sorolla y recientemente por Garcés, que ha utilizado criterios muy atinados.
 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Palacio Provincial de Zamora, verdadero testimonio de una época

El antiguo Palacio del Conde de Campomanes fue adquirido en el año de 1867 con el objetivo de convertirlo en la Casa-Palacio de la Diputación de Zamora, reuniendo así en ella todas y cada una de las oficinas provinciales. Pero la crisis revolucionaria de 1868 y la carencia de fondos en aquel preciso momento motivaron la suspensión de las obras y el cese de por aquel entonces arquitecto provincial, el madrileño Pablo Cuesta y Sánchez. Por tanto, las oficinas de la Diputación se veían nuevamente sometidas a sucesivos y temporales realojos, desde el Palacio de los Mazariegos hasta el Hospital de Sotelo, pasando por el antiguo convento de las Marinas. Habrá que esperar hasta la estabilidad de la Restauración alfonsina para que el proyecto definitivo del nuevo Palacio Provincial tome forma.

El 19 de noviembre de 1875 se envió comunicación a Pablo Cuesta, por aquel entonces en Madrid, con el objeto de ofrecerle la dirección facultativa de las obras. Tras la dirección de Pablo Cuesta y Sánchez (1876-1878), el 26 de febrero de 1878 Segundo Viloria Escarda tomó cargo de su plaza como nuevo arquitecto provincial, e introdujo ligeras modificaciones en la planta del edificio trazado por Cuesta. La mentalidad racionalista de Segundo Viloria, que le lleva a adoptar el concepto de “estilo” como principio arquitectónico, reorientó buena parte del programa decorativo para los interiores del Palacio; su gran aportación a la fábrica.
 
Es importante señalar que el proyecto de construcción del Palacio de la Diputación provincial de Zamora quedó supeditado a la coyuntura política, social, económica, territorial, y administrativa de la época, madurándose a su amparo, de forma evidente e inequívoca. En este sentido, el edificio se revela como verdadero testimonio de toda una época, como verdadero “monumento”.
 
Si obviamos las modificaciones que se llevaron a cabo en los últimos veinte años del siglo XIX, y luego en la década de los años sesenta del siglo XX, podríamos reconstruir fácilmente la traza original de Pablo Cuesta.
 
En el exterior, el afamado escultor Eduardo Barrón González (1858-1911) se encargó de la labra del escudo, tondos, enjutas y jambas de esta portada entre 1878 y 1881, coincidiendo con las vacaciones que le concedía la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, en la que había ingresado pensionado por la Diputación.
 
El avance de las obras permitió que el 14 de agosto de 1880 se trasladaran las oficinas desde el Hospital de Sotelo, si bien los trabajos de decorado y pintura no finalizarían hasta el mes de diciembre de aquel mismo año.

La Corporación confió el proyecto de decorado del Salón de Sesiones (1880-1883) al pintor catalán Ramón Padró y Pedret (1848-1915), que había presentado su boceto bajo el lema “No se ganó Zamora en una hora”. Sin descender a otros pormenores, digamos que la obra de decorado del Salón de Sesiones sirvió para consagrar a Ramón Padró como pintor-decorador, al concebir uno de los ciclos de pintura de historia más notables de España, sin parangón en toda la región, que situaron a Zamora a la vanguardia artística, dentro de los cauces explorados por el eclecticismo.
 
Con el inicio del reinado de Alfonso XIII (1902), y el comienzo de la segunda etapa de la Restauración, se abre un nuevo ciclo para la fábrica del Palacio de la Diputación Provincial. Se pretendía dotar al edificio de mayores comodidades y servicios para adaptarlo, en lo posible, a los modernos sistemas de iluminación eléctrica (1900) y calefacción a vapor (1908-1926).

Hasta los años sesenta del siglo XX no volverán a producirse nuevas reformas de importancia en el edificio, que nuevamente coincidirán con una profunda renovación administrativa. Bajo la presidencia de Arturo Almazán Casaseca y con Antonio Viloria como arquitecto provincial (nieto de Segundo Viloria) se llevaron a cabo varias obras de conservación y mejora, que se justificaban por el estado de abandono en que se encontraba el Palacio Provincial.
 
El edificio pronto empezó a presentar síntomas de inadaptación, por lo que fue Alfonso Crespo Gutiérrez quién formó el proyecto de restauración y rehabilitación del antiguo Hospital de la Encarnación (1974) como nueva sede de las oficinas provinciales. Las obras proyectadas se realizaron durante los mandatos de las Corporaciones provinciales presididas por Juan Seisdedos Robles, Ricardo Gómez Sandoval, José Miguel López Martínez y Luis Cebrián Velarde, finalizándose el 3 de septiembre de 1982 e inaugurándose oficialmente el día 9 de enero de 1983.
 
A partir de esa fecha los distintos ámbitos de la Antigua Casa-Palacio acogieron servicios subsidiarios de la Diputación, como el Conservatorio de Música, la Escuela de Artes y Oficios o la Secretaría del Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”.

miércoles, 23 de octubre de 2013

La importancia histórica de la ciudad de Toro

 
Es de sobra conocida la importancia histórica que tuvo la ciudad de Toro a lo largo de la historia. Singulares personajes civiles y eclesiásticos, nacieron, residieron o pasaron por la ciudad dejando diversas huellas de ese paso; sin duda, una de ellas se corresponde con el importante patrimonio monumental llegado a nosotros. De todo ese patrimonio, solamente una representación muy pequeña de edificios de diverso carácter, ha sido objeto de una protección legal, algunos de ellos, como es el caso de la Colegiata, desde el lejano año de 1892; ello no significa que otros muchos carezcan de valores para tal catalogación. En cualquier caso, siempre es agradable recorrer sus intrincadas y estrechas calles, cuyo trazado aún permiten imaginar sus barrios y sus gentes, de los que todavía quedan imágenes evocadoras en algunas de las casonas, en cuyos portalones se venden las hortalizas de su rica huerta, o donde es posible ver los carros de labranza y carruajes de paseo, utilizadas en los desfiles populares. Sin duda, el bagaje monumental e histórico-artístico de Toro bien merece ser conocido.
 
Resulta llamativa la escasa aportación arqueológica que ofrece el subsuelo de la ciudad de Toro, cuya situación dominando el río y su amplia vega le confieren una situación privilegiada como enclave defensivo, como lo fue precisamente a partir de la Edad Media. Y la duda parte de conocer la procedencia del conocido verraco que le da nombre y la identificación de la ciudad con la antigua población celtibérica de Arbocala, aunque los restos arqueológicos correspondientes a esta época son parcos tanto en hallazgos como en extensión, ciñéndose a un extremo de la ciudad conocido como La Baltrasa cuya potencia antrópica es realmente escasa.

 
Siguiendo a Navarro Talegón: “Ningún vestigio arqueológico nos autoriza a ver en el plano urbanístico de Toro huellas del asentamiento preexiste a la orden de repoblación dada por Alfonso III el Magno, a principios del siglo X, época en la que aparece esta ciudad como núcleo importante en la frontera del reino de León.” Sin duda, sus recintos amurallados aportaron una tipología que creó modelo para los de otras poblaciones: la construcción se realiza con mortero de cal y canto rodado a base de “tapias” y coronación de merlones simples, de los que quedan muy pocos ejemplos, habiendo desaparecido sus antiguas puertas y con una planta semicircular cuyo cierre natural lo imponen las llamativas barranqueras.
 
…“El primer cerco murado partía del puente, escalaba por barrancos de un desnivel de cerca de cien metros hasta alcanzar la barbacana del alcázar, en el ángulo S.E.; inmediatamente se abría un postigo en dirección de San Román de Hornija; más hacia el N. al final de la calle de San Lorenzo aparecía la puerta de Morales, continuaba por el N. con las puertas del Mercado (hoy del Reloj) y del Postigo, abarcaba la calle de Trascastillo –donde, al parecer, se alzaba una fuente-y la Plaza de San Pedro, hasta llegar a la puerta de Pozoantiguo; se dirigía por Tablaredonda a la puerta de Adalia y, desde ésta, cortaba la plaza de la Magdalena para, bordeando la calle de Pajaritas, descender por los barrancos y enlazar de nuevo con la cabeza del puente.
 
La cerca del arrabal, de fecha incierta, mucho más amplia que la primitiva, era de gruesos tapiales de tierra sacados de los fosos que la defendían. Estaba reforzada por torres cuadradas colocadas a una distancia aproximada de cincuenta pasos. Enlazaba en el postigo de San Román con la muralla antigua; de allí partía, por el escalón superior del actual paseo del Carmen, hasta la torre de Malpique, en el ángulo S.E.; se dirigía por el E. a la puerta de Corredera, portillo de Santa María la Nueva y puerta de Capuchinos; se doblaba en el ángulo N.O. y, desde la puerta de San Antón, se dirigía a la de Zamora o del Canto, cortándose a poco de pasar la misma, al borde de las pendientes quebradas del S.O., pues éstas hacían inaccesible ese flanco. Entre el alcázar y la torre de Malpique bastó con consolidar dos escalones naturales que por allí corren superpuestos: el uno sirve hoy como paseo del Carmen; el otro constituye el límite de la terraza sobre la que se asienta el caserío. Dos entradas había en este trecho: la Puerta Nueva, abierta como una cuña en la cresta superior, y, en el centro, el portillo de San Marcos. De todo ello subsisten poquísimos vestigios, entre los que sólo merecen mención las puertas de Corredera y Santa Catalina, reconstruidas respectivamente en los siglos XVII y XVIII”.

 
Otro de los aspectos que llama la atención es el aprovechamiento, que aunque difícil, se hizo de las barranqueras, tal y como nos lo representa Antón van der Wingaerde en 1531, donde no sólo los tramos de murallas, sino un buen número de iglesias, como Santa María, San Vicente (S. XIV), Santiago de Tajamones, San Juan y San Pedro “sobre el río”, identificada ésta a través de recientes excavaciones, S. Cebrián y S. Miguel de la Cuesta.

 
Sin embargo, en el interior de estos recintos los puntos más importantes los marcan la Colegiata y El Alcázar. De la primera parte, hacia la Puerta del Mercado o del Reloj, el vial más amplio de la ciudad, formando parte de la Plaza Mayor; el resto de calles son estrechas e intrincadas que parten de las puertas ya citadas, hacia pequeñas plazas formadas en torno a las iglesias, destacando por su amplitud las de santa Marina, san Francisco san Agustín, además de la citada Plaza Mayor, cuya configuración actual adquiere a mediados del siglo XVI, con la construcción del Ayuntamiento- renovado tras un incendio dos siglos después- y la eliminación de parte de sus soportales medievales, de los que todavía subsisten algunos rollizos y pilares ; el cierre septentrional lo constituye la iglesia del Santo Sepulcro, cuya obra original mudéjar ha quedado oculta por una fachada poco llamativa.

 
Pero la belleza de la ciudad de Toro no sólo radica en su topografía sino en los edificios que se mantienen, tanto civiles como religiosos, los cuales contrastan, según que zonas con un caserío humilde. A la emblemática Colegiata con su esbelto cimborrio, trazas románicas o la impresionante portada policromada de la “Majestad” o el transformado Alcázar, de planta romboidal, que por su uso como cárcel en época moderna, se transformó su interior, se desmocharon sus coronamientos y se eliminó la puerta original, se le suman un buen número de iglesias, entre las que destacan las mudéjares, cuya competencia es difícil de mantener a pesar de la desaparición de un buen número de ellas –en un documento del siglo XIV se contabilizan cuarenta-, así como conventos, instituciones benéficas y palacios y casas señoriales, distribuidos por toda la ciudad: iglesia de San Salvador, San Lorenzo el Real, santo Sepulcro….conventos de las Mercedarias y de las Sofías, ambos construidos en edificios palaciegos; de Sancti Spiritus, fundado por la noble de ascendencia portuguesa Teresa Gil; de Santa Clara, o los palacios de los Ulloa, marqués de Alcañices, marqueses de San Miguel de Grox (casa de las Bolas), palacio del Postigo… conviven, como ya se ha dicho, con otras humildes construcciones en espacios y calles que hacen referencia al oficio de sus moradores – Candeleros, Odreros, La Plata o el barrio de los alfareros que tanta fama dio a Toro, como el Negrillo-.
 
Y en este rápido plano no se pueden olvidar las impresionantes bodegas subterráneas que recorren el subsuelo toresano, cuya tradición vinícola queda hoy reflejada en el reflote de una industria floreciente, tras remontar la grave crisis que supuso la filoxera en el siglo XIX.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Petavonium: Roma en Vidriales


Al norte de la provincia de Zamora se encuentran los restos romanos más importantes hallados en la geografía zamorana, lo que se conoce como Campamento de Petavonium, equidistante de las localidades de San Pedro de la Viña, Rosinos de Vidriales (a cuyo término pertenece) y Santibáñez de Vidriales. Toda persona interesada en nuestro pasado histórico tiene en Petavonium un lugar que visitar y disfrutar.
 
La civilización romana se caracterizó, ante todo, por su fuerte pragmatismo. Toda infraestructura, todo monumento poseía un carácter utilitario, servicial. En este sentido, Petavonium fue un asentamiento militar, construido en un lugar estratégico, cercano a la zona donde se desarrolló la contienda con los pueblos cántabros, situadas entre el 26 y el 19 antes de Cristo. Augusto, el primer emperador, sobrino de Julio César, fue el director de esta guerra contra los pueblos del noroeste de la Península Ibérica. Además, Petavonium se hallaba cerca del yacimiento minero de Las Médulas y en plena Vía de la Plata, eje que comunicaba el suroeste con el noroeste de Hispania.
 
El campamento llegó a contar con cinco mil soldados, pertenecientes, por las lápidas halladas, a la Legio X Gemina. Desde este punto estratégico la Legión controlaba la zona, administraba el territorio y, además, reclutaba y entrenaba a los habitantes de los pueblos de los alrededores, ya que ya aceptaban el sometimiento al poder romano. Con el tiempo, se ubicó en Petavonium una fuerza de caballería, integrada por 500 jinetes indígenas, ya con plena ciudadanía romana. Estos caballeros se dedicaron a la vigilancia del comercio de oro. Este nuevo campamento se construyó en el interior del original, ocupando unas cinco hectáreas. Se cree que se utilizó hasta el siglo III de nuestra era. Del antiguo asentamiento, solo se aprovechó parte de la muralla más exterior. El resto fue destruido.
 
El campamento contuvo termas públicas, un templo dedicado a Hércules y acogió, además de a los legionarios, a sus familiares, comerciantes, rameras, esclavos, que seguían a las legiones y se ubicaban cerca de los mismos. La ocupación, durante al menos cuatro siglos, del valle de Vidriales dio lugar a la creación de un núcleo urbano, que tuvo su cénit sobre los siglos II y III, coincidiendo con la nueva aportación de la caballería. De la importancia de Petavonium es prueba contundente que aparezca citado en documentos de los historiadores clásicos romanos como Tito Livio, Estrabón y Plinio el Viejo.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Sobre la villa de Villalpando y la Puerta de San Andrés

 
Prescindiendo de restos prehistóricos, aparece ya citado como Alpando en documentación de Sahagún del año 998, pero su despegue le llegó con la repoblación de Fernando II hacia 1170. Fue villa de los Templarios. Enrique II la entregó a Arnao de Solier, mercenario francés, a través del matrimonio de cuya hija María pasó a los Velasco, Condestables de Castilla. De su palacio, construido por Micer Benedito en 1427, apenas quedan unos muros y la base de un torreón, reutilizada para sostener un depósito de agua.

De sus murallas se conservan algunos restos, desgraciadamente no muchos, construidos de cal y canto rodado de cuarcita, de distinta altura dependiendo de su grado de degradación. Entre los autores que las han estudiado no hay acuerdo sobre su trazado y en particular su cronología, lo que sí parece cierto es que en absoluto se debieron a una sola campaña constructiva, sino que por el contrario se levantarían en gran parte a lo largo de los siglos XII y XIII. En origen tuvieron cuatro puertas; perdidas las de Santa María y San Lorenzo, sólo conserva las de Santiago y San Andrés. Para L. Calvo existió una muralla anterior a 1163, sin embargo para Gómez Moreno la villa sería fortificada a finales del siglo XII con Fernando II, y desde luego, bien van con ese momento los arcos apuntados y bóvedas de cañón que cierran las susodichas puertas y así se organiza un espacio abierto en ésta de San Andrés, entre dos fuertes cubos circulares, hechos con sillares de tosca labra por fuera y canto rodado al interior; también es de sillería el lienzo que va entre ellos, con almenas que coronan asimismo las torres.

El arco, por la parte exterior del recinto, adorna su rosca apuntada con pomas, flores, aspas y molduras; sobre él se labró un espacio rectangular organizado por el cordón franciscano inscrito en un alfiz; ese espacio se subdivide en dos por una moldura, con bolas que aparecen también cerrando por abajo el mentado rectángulo; el sector inferior acoge los escudos de la villa, con saeteras al lado, y el superior los muy erosionados de los Velasco, señores del lugar, y entre ellos una pequeña hornacina, hoy vacía, con rosca y jambas pometeadas. Todo parece obra de comienzos del siglo XVI. Por el interior de la cerca el arco es asimismo apuntado, resuelto con pequeñas dovelas y sin nada que lo ennoblezca.

domingo, 25 de agosto de 2013

Puebla de Sanabria, paraíso pétreo


Puebla de Sanabria se localiza en el extremo noroccidental de la provincia de Zamora, en una boscosa comarca de lagos y torrentes. El pueblo se asienta sobre el llano, en la cima de una encrespada mole de roca desde donde se contempla todo el valle y las cumbres, casi siempre nevadas, de la Cabrera y la Segundera, con la sierra de la Atalaya en primer término.
 
Desde la Edad Media, el emplazamiento donde hoy está Puebla fue considerado especialmente estratégico por el dominio que desde él se tenía del amplio valle en el que se encuentran el río Castro y el Tera, paso obligado, camino y vereda real que enlazaban Castilla y Galicia.
 
Aunque Puebla de Sanabria aparece citada por primera vez en las Actas del Concilio de Lugo del año 569 como Senabria, no es hasta el s. XII cuando de forma tardía se repuebla la que fue llamada Urbe Senabrie, centro organizador de una gran territorio circundante. En el 1220, cuando ya era un lugar fortificado y servía como defensa fronteriza de los reinos leoneses frente a Portugal, el rey Alfonso IX de León le concede a la villa el Fuero de Sanabria, posteriormente confirmado por Alfonso X, el Sabio. Avanzado ya el s XIII, la importancia económica y político-militar de Puebla de Sanabria se mantiene, legando a reconocerse como una de las más importantes plazas de armas clave en el reino.
 
Durante los siglos siguientes la villa pasó a manos de una gran sucesión de grandes familias (los Benavides, los Losada...), hasta que la consiguieron los Condes de Benavente, que durante más de cuatro siglos fueron los señores de la villa, que levantaron el castillo quizá sobre una fortificación anterior.
 
Simultáneamente al resto de la villa surgió el arrabal de San Francisco. El asentamiento de población fuera del los recintos amurallados era muy habitual con una vecindad muy numerosa que llegaba a superar a la del propio recinto intramuros. Llegó un momento en el que una vez que los muros de las villas hubieron perdido la función defensiva propia del medievo, adquirieron una nueva finalidad: controlar el pago de los portazgos, fielatos y otros impuestos de tipo mercantil. Una prueba de esto son los documentos del s. XVIII, que con el fin de invitar a la población a no residir en el arrabal sino en el interior de la villa y poder afianzar así sus contribuciones aseguraban: "en dicha villa se aseguran los derechos reales por ser plaza de armas zercada de muralla y cerrase todas las noches sus puertas, en cambio, en el arrabal se cometen muchos y continuos fraudes... por estar havierto y no tener el resguardo y defensa que se necesita para evitarlos".
 
Entre las construcciones más relevantes de la villa, cabe destacar la iglesia de Santa María del Azogue, el Ayuntamiento y el Castillo de los Condes de Benavente, de los que hablaré pormenorizadamente en próximos artículos.

domingo, 28 de julio de 2013

Algunos apuntes sobre la Colegiata de Toro



Concebida como iglesia mayor de la población, seguramente suplantó a un templo mozárabe levantado en el mismo sitio y puesto también bajo la advocación de Santa María por los repobladores de comienzos del siglo X.
 
La primera noticia data de 1139, cuando Alfonso VII concede a la iglesia de Santa María la villa de Fresno de la Ribera, pero evidentemente el edificio actual es más moderno, apróximadamente de hacia 1170. Primero parece que fue abadía; el carácter colegial lo había adquirido ya al menos en 1332, categoría que mantuvo hasta el Concordato de 1851.
Desde que Gómez Moreno lo publicara, se ha venido aceptando que este templo, sito en lo alto de la ciudad, sobre el Duero, tuvo dos maestros; en el haber del primero, cuyo quehacer sobrepasaría el reinado de Fernando II, hay que poner el proyecto general, la cabecera, pilas de separación entre las naves, el perímetro de los muros hasta la altura del cambio de la piedra caliza por la arenisca y las portadas laterales; después llegó otro, menos hábil, que finalizaría las obras hacia 1240, cuando se construía la portada occidental, pero dado lo dilatado de las obras bien pudo intervenir un tercero.
El plano es deudor de la catedral de Zamora, si bien aquí las tres naves separadas por pilares cruciformes, inspiradas en las de la catedral vieja de Salamanca, tienen un tramo menos; por lo demás todo es similar: cabecera triple y escalonada y crucero poco saliente en planta. Las capillas de la cabecera se cubren con las consabidas bóvedas de horno en los semicírculos y bóvedas de cañón en los tramos presbiteriales rectos; en el central, igual que en los brazos del crucero, es ligeramente apuntado, lo mismo que en la nave central, lo que evidentemente no denota modernidad en su autor; las naves laterales se techan con bóvedas de ojivas sencillas en el tramo tangente al crucero, y las restantes son octopartitas de tipo angevino como las de Ciudad Rodrigo.
El crucero levanta su conocido cimborrio, inspirado en la Torre del Gallo, sobre pechinas, con tambor de dos cuerpos taladrados de ventanas entre columnas sobre las que apean las nervaturas que dividen la cúpula en dieciséis cascos.
Desde el punto de vista escultórico, en este interior se aprecian al menos dos manos correspondiendo con la empresa arquitectónica, pero en ese sentido tiene más interés el exterior del edificio, con gran belleza por el escalonamiento de volúmenes en la cabecera. Su ábside central queda dividido por cuatro columnas que llegan hasta el alero, con arcos semicirculares sobre canecillos triangulares, y dibujan tres calles con dos órdenes de arquerías decorativas, la alta sobre columnas con capiteles historiados; los ábsides laterales son sencillos y repiten el tejaroz aludido, pero abren una ventana en lugar de las saeteras de la capilla mayor; grandes rosetones abiertos en el crucero dan luz al mismo, iluminado fuertemente por el cimborrio, de mayor volumen, pero de menor originalidad que su modelo salmantino, y como éste con el tambor con dos órdenes de ventanas entre columnas y torrecillas en las esquinas, rematado con una cornisa de arcos apuntados; las roscas exteriores de los vanos lucen arcos lobulados y los de las torrecillas capullitos.
En el tramo medio de las naves se abren dos portadas; la meridional, la más sencilla, voltea arco muy poco apuntado con tres arquivoltas sobre columnas con capiteles vegetales. Mayor interés tiene la septentrional, que imita la meridional de San Juan de Zamora, tiene también tres arquivoltas sobre tríos de columnas y el arco interior lobulado que lo hace sobre jambas. Ángeles turiferarios a los lados de Cristo, motivos vegetales y los ancianos del Apocalipsis tocando instrumentos musicales componen la parte escultórica.
Cuando se construyó la portada de poniente, que recuerda la de los pies de San Vicente de Ávila, las obras estarían prácticamente finalizadas; tradicionalmente se relacionaba este pórtico con la compra de unas casas en 1240, pero Yarza es partidario de fijar una fecha tardía dentro de la segunda mitad del siglo XIII.

Está dedicada a la Virgen, cuya imagen aparece en el mainel, su muerte entre los doce apóstoles en el dintel y en el tímpano su coronación por Dios; en las jambas aparecen las esculturas de reyes y profetas y dos ángeles de difícil identificación. Del interior al exterior, las seis arquivoltas efigian en el sentido del arco, al gusto gótico, lo siguiente: ángeles; apóstoles; santos diáconos y confesores; obispos; santas y músicas en la sexta. En la rosca exterior y en ahora en sentido radial se representa el Juicio Final. Esta portada es heredera de los talleres escultóricos burgaleses y leoneses y por tanto la nota modernizadora de su conjunto arquitectónico, que se completa con la torre rehecha y reformada a lo largo de su historia, en concreto en los siglos XVI y XVIII bajo la dirección del arquitecto aquí nacido Simón Gavilán Tomé. Es templo que, a pesar de las pérdidas sufridas, conserva una buena serie de sepulcros góticos y una excelente colección de arte mueble.

sábado, 27 de julio de 2013

Estructuras ocultas en el yacimiento de El Castillón

El yacimiento de El Castillón, situado en Santa Eulalia de Tábara (Zamora), guarda estructuras aún no descubiertas por los arqueólogos que han estado trabajando en la zona durante cinco campañas, según los estudios de magnetometría que ha realizado en este enclave de la Antigüedad Tardía la empresa vallisoletana Arbotante Innovación y Arqueología. La información del subsuelo obtenida mediante esta tecnología podrá ser contrastada gracias a los nuevos trabajos de excavación que la Asociación Zamora Protohistórica desarrollará entre el 5 y el 30 de agosto de 2013.

Gracias a estos trabajos realizados durante cinco veranos consecutivos a orillas del río Esla, entre 2007 y 2011, en el yacimiento de El Castillón se ha descubierto una muralla muy bien conservada, dos hornos metalúrgicos y una vivienda con tres habitaciones, dedicada una de ellas al almacenamiento de productos. También se encontraron magníficos materiales como cerámicas de gran calidad, pendientes o botones de hueso pertenecientes a la Edad del Hierro y sobre todo a un asentamiento tardorromano del siglo V d.C. Todo ello aporta gran cantidad de información acerca de una época histórica muy poco documentada, especialmente en esta zona, por lo que tiene un extraordinario valor científico.

A pesar de esto, la falta de financiación paralizó el proyecto en 2012 que ahora se retoma gracias a una iniciativa de microfinanciación o
crowdfunding 

Esta vez “los objetivos se centran en finalizar la excavación en las últimas habitaciones de la gran estructura habitacional, situada en la zona central del poblado; ampliar el área de excavación del sector metalúrgico; estudiar las estructuras relacionas con el procesado y fabricación de útiles de hierro; y realizar un pequeño sondeo en una de las estructuras habitacionales del Sector Sur que nos permita continuar con las excavaciones en el futuro”, señala Jose Carlos Sastre, persona que, junto a Patricia Fuentes Melgar y Óscar Rodríguez Monterrubio, dirige el Proyecto de Investigación y Difusión del Patrimonio Arqueológico Protohistórico de la Provincia de Zamora (P.I.D.P.A.D.Z.)por la que decenas de personas han apoyado el proyecto, que ha conseguido recaudar más de 3.500 euros. Por eso, en esta próxima campaña participarán unas 45 personas, procedentes de seis países: España (Galicia, Asturias, Castilla y León, Madrid, Cataluña, Castilla La Mancha, Extremadura, Aragón y Andalucía), Francia, Italia, Tanzania, Brasil y Portugal. Se trata de voluntarios vinculados con la arqueología, en su mayoría jóvenes estudiantes, que no sólo contribuirán con su esfuerzo, sino que tendrán la oportunidad de conocer la provincia de Zamora y su riqueza natural y cultural.

Según ha indicando José Carlos Sastre: “La magnetometría ha permitido descubrir algunas estructuras que no eran perceptibles en superficie, como muros localizados a gran profundidad, derrumbes de las viviendas e indicios de niveles de incendio”. Esta tecnología se basa en la detección de variaciones locales en la intensidad del campo magnético terrestre, conocidas como anomalías magnéticas. Dichas variaciones pueden tener una explicación geológica, pero también un origen humano, por lo que la magnetometría resulta útil en investigaciones arqueológicas para hallar indicios de construcciones.

¿Qué detecta un magnetómetro?

Cuando se investigan restos arqueológicos que están bajo la superficie algunos materiales como la piedra caliza o las arcillas que conforman los adobes poseen una susceptibilidad magnética baja por lo que ofrecen un magnetismo inferior al que caracteriza los sedimentos que le rodean. Esto hace posible detectar muros y estructuras con la técnica de la magnetometría. Por el contrario, hoyos, zanjas y fosas estarán rellenos de tierra húmica, carbones o fragmentos cerámicos, elementos todos con un alto grado de susceptibilidad que arrojan unos niveles magnéticos superiores a los depósitos geológicos que los rodean y que quedarán reflejados en el magnetómetro como alteraciones magnéticas positivas.

Todo esto se conoce como magnetismo inducido, pero existe otro fenómeno más conocido y que ha sido aplicado desde hace más tiempo en la Arqueología, la termomagnetización remanente. Hornos, hogares y suelos de barro quemados están hechos generalmente con arcilla y ésta contiene, en menor o mayor medida, partículas de óxido de hierro que al calentarse se convierten en magnetita o megatita, materiales con un elevado grado de magnetización, por lo que ofrecen al magnetómetro un fuerte contraste respecto al campo magnético de su entorno.

El objetivo es tener la mayor información posible antes de excavar para seleccionar los lugares más adecuados de acuerdo con los objetivos científicos. En este caso, “los resultados obtenidos proporcionan un primer acercamiento de los estratos arqueológicos antes de comenzar la excavación”, señala Jose Carlos Sastre, que junto con el resto del equipo de investigación podrá comprobar en las próximas semanas si la investigación mediante magnetometría se corresponde con la realidad en cuanto a muros o estructuras de combustión.

Fuente: La Opinión de Zamora.

jueves, 13 de junio de 2013

San Isidoro, sede de la cofradía de la Virgen del Carmen desde el año 1688


La iglesia románica de San Isidoro, también denominada iglesia del Carmen de San Isidoro, situada cerca del Portillo de la Traición y dentro del parque del Castillo, fue construida durante la segunda mitad del siglo XII y las primeras décadas del XIII, siguiendo el estilo sobrio y austero, pero no por ello menos interesante, de la vecina Catedral zamorana.
 
A pesar de las diferentes y variadas referencias documentales, ningún manuscrito confirma, hasta el momento, que la iglesia fuese fundada por doña Sancha, hermana del rey Alfonso VII, con motivo del paso de las reliquias de San Isidoro de Sevilla por la ciudad, en su camino hacia León, tal y como se ha dicho en múltiples estudios. No obstante, doña Sancha sí debió de tener especial interés y trato de favor por el templo, ya que, según la documentación, el monumento funerario del siglo XIII que se encuentra en el interior del edificio podría pertenecer a la misma, aunque se trataría de un sepulcro conmemorativo, dado que se sabe que la infanta fue sepultada en San Isidoro de León.
 
El edificio consta de una sola nave dividida en tres tramos, separados estos por arcos fajones, que encuentran su correspondencia al exterior con una serie de contrafuertes, que hacen posible la empresa arquitectónica. La cabecera termina en testero plano y es más baja en altura que la nave.
 
La fachada sur está formada por una portada, que contiene una chambrana y cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas y molduradas con boceles y nacelas, que apean sobre jambas lisas a través de una sencilla imposta. Sobre ella, se yergue un busto humano sonriente que mir a hacia el lado de Poniente. Más arriba, se encuentra una ventana de medio punto, flanqueada por columnas. El resto del muro sur se completa con dos ventanas muy reformadas, dos lucillos sepulcrales de arco apuntado cegados y otros dos de medio punto ligeramente apuntados. A pesar del paso del tiempo, aún hoy son visibles los canzorros que sostuvieron en su día la cubierta de una especie de porche y la sacristía de la iglesia, lo que nos habla de su más que segura existencia.
 
La sencilla fachada norte, compuesta por una portada con chambrana, dos arquivoltas de boceles y nacelas y un arco de ingreso de medio punto liso, es seguramente la parte más antigua del edificio, y destaca, sobre todo, por su cornisa ajedrezada con hermosos canecillos.
 
Una imposta, que recorre la cabecera a modo de baquetón, posibilita apear sobre ella columnas que sustentan a su vez arcos de medio punto y dos ventanas abocinadas a cada uno de los lados de la cabecera. Las ventanas del testero fueron cegadas en 1791, cuando se decidió realizar el camarín barroco para la Virgen del Carmen, ya que el templo es sede de la homónima cofradía desde 1688, año de su creación.
 
El exterior del edificio se completa, en el lado este, con una espadaña del siglo XIX, acorde a los gustos y modas de la época, y reformada posteriormente en el siglo XX, que sirve hoy en día de cobijo a los nidos de las cigüeñas. Bajo la espadaña, se halla un sencillo rosetón calado, que dota de elegancia al hastial de poniente.
 
Por lo que respecta al interior de la iglesia, se sabe que fue totalmente reformado durante los siglos XVII y XVIII, cuando se decidió voltear las bóvedas de yeserías. Lo más destacado y reseñable que el visitante puede encontrar en el interior del templo es el ya mencionado sepulcro funerario, datado en el siglo XIII, que conmemora la muerte de doña Sancha, hermana de Alfonso VII, y la también mencionada Virgen del Carmen.

domingo, 26 de mayo de 2013

“El arte en la Platería de Toro”, una nueva publicación editada por el IEZ Florián de Ocampo


Una nueva publicación, en esta ocasión editada por el Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, dependiente de la Diputación y dedicada a la obra artística de la Platería en la ciudad de Toro durante los siglos XVI-XVIII ha sido presentada esta mañana en la Diputación con la presencia de su autor el historiador del arte, Sergio Pérez Martín.
 
Tal y como señaló el diputado toresano, José Luis Prieto, que intervino en el acto de presentación, esta es la cuarta publicación dedicada al arte de la Platería en la provincia, tras los ya editados por la Diputación referidos a la Platería en Fuentesaúco, en la ciudad de Zamora o en el Arciprestazgo de Sayago.
José Luis Prieto quiso en su intervención hacer una mención especial a una de las piezas que aparecen en el catálogo y que además de ser de las más importantes artísticamente "tienen un valor sentimental para los toresanos ya que se trata de la custodia procesional de la Colegiata que desapareció en el año 1890 y tras más de 100 años fue recuperada en 2005 y devuelta aunque provisionalmente a la ciudad".
Por su parte, el autor del libro, Sergio Pérez Martín, explicó el contenido del libro que básicamente se dividía en dos partes en las que se recoge por un lado la platería producida en Toro y, por otro, aquella otra encargada en Toro pero realizada en talleres foráneos.
Por lo que se refiere a los talleres, Sergio Pérez Martín, indicó que Toro contaba con un conjunto de talleres de primer orden durante los siglos XVI y XVIII, aunque tras la crisis del XVII perdieron su supremacía a favor de los talleres plateros de Zamora.
Una de las principales aportaciones del libro es la de recoger el modo de vida de los artistas, su economía familiar, sus casas o cómo funcionaban en la practica sus talleres.
La segunda parte se centra en "las piezas foráneas existentes en Toro, pues a pesar de que llegaron a existir hasta 30 talleres de plateros toresanos de gran categoría, no daban abasto con el volumen de encargos de las principales familias toresanas tales como los Ulloa, los Fonseca o los Portocarrero". Estas piezas son de procedencia nacional muy diversa, pero destacan los plateros próximos de Zamora, Salamanca o Valladolid.
Según el autor del libro que ha catalogado un total de 251 piezas, "este es un tímido reflejo de la riqueza en piezas artísticas de platería que tuvo la ciudad de Toro, ya que muchísimas de ellas han sido documentadas y cuyo final sería el de la venta o la fundición en épocas de menos esplendor".
 
Fuente: Gabinete de Prensa Diputación de Zamora.

lunes, 15 de abril de 2013

"El Arte Románico en Zamora VIII. La Catedral: formas, contextos, caminos."

A continuación, con el único fin de ayudar en la difusión del curso, aparece un breve resumen de las sesiones teóricas impartidas entre el lunes 8 y el viernes 12 de abril de 2013.

Lunes 8 de abril

El reflejo de la Catedral de Zamora en los templos de la ciudad. Sergio Pérez Martín (Proyecto Zamora Románica).


«Hay elementos de la Mezquita de Córdoba idénticos en la Catedral»
«El Templo Mayor tuvo tal fuerza que sus estructuras fueron copiadas en todo el Reino de León»



Martes 9 de abril

Obispos y Cabildo en la restauración de la sede diocesana, y en la construcción y configuración de la Catedral. José Carlos de Lera Maíllo (Archivo Diocesano de Zamora).

La Torre, un símbolo de poder
El historiador José Carlos de Lera vincula la fortificación de la Catedral con la voluntad del obispo de «afirmar su autoridad frente a la ciudad»

http://www.laopiniondezamora.es/zamora/2013/04/10/torre-simbolo/671153.html



La Catedral de Zamora como ejemplo de arquitectura románica. Miguel Ángel Mateos (Catedrático de Enseñanzas Medias).

El profesor Miguel Ángel Mateos expuso los motivos por los cuales el Templo Mayor zamorano se ha convertido en un verdadero ejemplo dentro de la arquitectura medieval.


Miércoles 10 de abril

La Catedral de Zamora y la escultura tardorrománica en la Vía de la Plata. José Luis Hernando Garrido (UNED Zamora).

José Luis Hernando Garrido explicó, de forma muy gráfica, la influencia de la Catedral de Zamora en la escultura tardomedieval de la Vía de la Plata.

Jueves 11 de abril

Arqueología de la Catedral de Zamora. Hortensia Larrén Izquierdo (Junta de Castilla y León).

Los restos confirman que la cabecera de la Catedral oculta la estructura original
La arqueóloga territorial pide una excavación para confirmar la hipótesis que Gómez Moreno formuló hace un siglo en el catálogo monumental

http://www.laopiniondezamora.es/zamora/2013/04/12/restos-confirman-cabecera-catedral-oculta-estructura-original/671631.html



El claustro antiguo de la Catedral. Florián Ferrero Ferrero (Archivo Histórico Provincial de Zamora).

El cirio que arruinó el claustro
Ferrero plantea que la galería se cambió por «motivos estéticos» y no solo por los daños del incendio de 1591

http://www.laopiniondezamora.es/zamora/2013/04/12/cirio-arruino-claustro/671632.html


Viernes 12 de abril

Fuentes arquitectónicas para el estudio del cimborrio de la Catedral de Zamora y sus descendientes: tan lejos, tan cerca. Eduardo Carrero Santamaría (Universidad Autónoma de Barcelona).


«El cimborrio de la Seo es una obra maestra fruto de los primeros experimentos del gótico»
«Debemos cuestionar la historiografía del siglo XIX, interesada en destacar elementos "orientales" de la arquitectura hispánica que realmente no existían»

http://www.laopiniondezamora.es/zamora/2013/04/14/cimborrio-seo-obra-maestra-fruto-primeros-experimentos-gotico/672045.html


Soluciones constructivas novedosas en la Catedral y su proyección en la arquitectura románica de la provincia de Zamora. José Navarro Talegón (Catedrático de Enseñanzas Medias).


Dos expertos, un toresano y un madrileño, para cerrar la semana
Navarro Talegón y Eduardo Carrero elogian elementos novedosos de la Catedral como el cimborrio o las bóvedas de crucería de cuyo autor solo se conoce el origen

http://www.laopiniondezamora.es/zamora/2013/04/13/gran-maestro-frances-seo-expertos-toresano-madrileno-cerrar-semana/671869.html




viernes, 22 de marzo de 2013

La Semana Santa de Bercianos de Aliste será declarada BIC


Por Resolución del Director General de Patrimonio Cultural, de la Consejería de Cultura y Turismo, de la Junta de Castilla y León, se incoa procedimiento para la declaración como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial del conjunto de celebraciones que tienen lugar el Jueves y el Viernes Santo en Bercianos de Aliste (Zamora). 

La Semana Santa de Bercianos de Aliste (Zamora), constituye una relevante y singular manifestación cultural con orígenes en el siglo XVI que se ha mantenido inalterada hasta nuestros días, transmitiéndose de padres a hijos como un patrimonio vivo y seña de identidad de toda una comunidad.

Enmarcado dentro de esta manifestación cultural, el objeto de la presente declaración se concreta en el Jueves y Viernes Santo, cuando se ponen en escena las principales ceremonias y procesiones de la Pasión en Bercianos de Aliste.

Esta declaración como bien cultural inmaterial va más allá del conjunto de ceremonias y rituales que tienen lugar esos días, del lugar en el que se desarrollan y de los elementos materiales asociados –como imágenes y objetos procesionales– en el sentido de que la valoración y protección de esta expresión cultural debe entenderse de forma amplia, como un sistema de alto valor patrimonial caracterizado por la interdependencia de valores tangibles e intangibles, que abarca tanto una serie de ritos y costumbres, como una indumentaria tradicional, manifestaciones musicales o gastronómicas, entre otras, atendiendo y respetando los procesos de cambio que, como patrimonio vivo, sin pervertir su esencia, decida la comunidad depositaria de esta tradición, auténtica protagonista de esta manifestación cultural.

viernes, 8 de marzo de 2013

De Bercianos... a Olivares, una visión diferente de nuestra Pasión


Procesión del Santo Entierro de Bercianos de Aliste y Hermandad de Penitencia "Las Capas Pardas". Hasta el 31 de marzo en la Sala de La Encarnación (Diputación de Zamora).

Horario de visita: de lunes a sábado de 19:00 a 21:00 horas. Domingos y festivos de 12:00 a 14:00 horas.

Nada describe mejor esta visión diferente de nuestra Pasión que el artículo de Carlos Herrera publicado el 25 de marzo de 2012 en XL Semanal:

Zamora y Aliste, capas santas (extracto).

Horas zamoranas de Semana Santa. Capas Pardas. Aún las tengo clavadas en la asombrada pupila de viejo observador de portentos. 

Capas alistanas de estameña parda, de aquella de los pastores de entonces, farol de pajar, hierro forjado, en las manos; sonido de la matraca, el hondo pesar del bombardino, cuarteto fúnebre de viento; Cristo del Amparo, cuesta de Pizarro, vía crucis en la plaza de San Ildefonso, tránsito por la puerta del Obispo; miserere de la tierra de Aliste en San Claudio de Olivares, silencio de Zamora en horas de miércoles a jueves, sobrecogimiento y frío; románico intratable, bellísimo, incontestable. Dejen todo lo que tengan que hacer y salgan a correr la orilla del Duero en una lenta marcha de estremecimiento y rigor, como cuando dolía la muerte de Dios ante el desconocimiento de su resurrección en domingo. Hay que saber callar ante el paso de una hermandad de penitencia como las Capas Pardas de Zamora, y estarse quieto y guardar reverencia y aprender a ser testigo de prodigios mudos, sencillos, conmovedores.

sábado, 23 de febrero de 2013

La importancia de las mascaradas de invierno para la provincia de Zamora


Las mascaradas de invierno constituyen uno de esos raros y afortunados ejemplos de supervivencia cultural que aún pueden rastrearse por nuestra península ibérica. Algunos de esos lugares se concentran en la provincia de Zamora, donde entre los meses de diciembre y enero tienen lugar una serie de tradiciones festivas cuyo origen y simbología se remonta al pasado. Todas coinciden con el solsticio de invierno y se prolongan a veces con las celebraciones de antruejo en los carnavales. Personajes ataviados con extravagantes indumentarias, protagonizan las celebraciones de distintos pueblos zamoranos.

Las características que identifican a estas celebraciones y las relacionan con el resto de cuantas tienen lugar en zonas próximas como Portugal o Galicia, son la presencia fundamental de personajes diablescos que realizan carreras y saltos por las calles del pueblo, metiéndose con la gente o invitándoles a participar en la fiesta. Suelen ser los mozos o jóvenes solteros quienes encarnan a estos personajes y se ocupan de organizar la fiesta y pedir el aguinaldo, siempre acompañados de instrumentos como cencerros, tenazas articuladas, vejigas hinchadas...etc, con los que persiguen, golpean e intentan asustar a la población.

La importancia de estas representaciones para la provincia zamorana estriba, en mi opinión, en la consolidación de un modelo de difusión y promoción del patrimonio cultural inmaterial, iniciado hace años, basado en la identificación de unos rasgos comunes y en la puesta en marcha de un programa de recuperación y mantenimiento etnográfico y antropológico. Constituyen, por ende, uno de los pilares básicos de la cultura y el turismo provincial.

La puesta en marcha de un programa europeo de difusión y promoción de este tipo de representaciones, desarrollado conjuntamente con países como Portugal, Italia y Hungría, pone en conocimiento la importancia que para Europa tienen este tipo de etnografías culturales. Oportunidad única para la declaración conjunta de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, aunque para eso todavía falte mucho por hacer.

domingo, 10 de febrero de 2013

Algunas consideraciones sobre la ciudad de Zamora y su patrimonio románico

No sé si alguna vez ustedes se han preguntado por la razón de que a Zamora se la denomine como la Ciudad del Románico, dejando aparte el ya consabido tópico de que es aquella que alberga la mayor concentración europea de iglesias de este estilo artístico en su casco urbano. Esto es cierto, en la medida en que se han conservado una veintena de ellas, y, lo más importante, se ha vendido como tal, porque no nos confundamos, esta ciudad que mira al Duero se vende como ciudad del románico.

Pero, la realidad es otra, nuestra ciudad, otrora, gozó de una imagen bien distinta, marcada por una concentración aún mayor de templos y por la sensación de fortaleza, derivada de su situación geográfica y su capacidad de defensa, merced a la posesión de sus preciadas murallas, lo que le valió el apelativo de “Zamora la bien cercada”, e hizo que se la confundiera, incluso, con la mismísima Numancia.

Sin embargo, ¿a qué se debió esa importante concentración de templos en la ciudad?, ¿cuándo desaparecieron una gran parte de ellos? y, sobre todo, ¿cuáles fueron las causas? Esa concentración de templos en nuestra ciudad puede ser consecuencia, en primer lugar, de que Zamora fue, en aquella época, un importante foco para la causa de la Reconquista, debido, principalmente, a su situación estratégica.

Asimismo, hay que tener en consideración el contexto social, político, económico y cultural de una época en la que la religiosidad era mucho más acentuada que en la actualidad, además de que los diferentes monarcas de aquel tiempo facilitaron con mucho gusto dichas empresas constructivas, gracias a su poderoso status y a la gran bonanza económica que auspiciaba la ciudad. Era otra Zamora, diferente, evidentemente, a como hoy la conocemos, concebida al calor de la monarquía y la Iglesia, presente en algunos de los hechos más importantes del momento, entre los cuales baste citar aquellos que se narran en el legendario Romancero. Lo que los estudiosos del medievo han calificado como una "ciudad de representación".

Las causas por las que desaparecieron un importante número de edificios de estilo románico pueden explicarse, en conjunto, por la mala conservación de algunos de ellos, la desidia y los efectos del tiempo, en otros casos, y la nefasta labor de la piqueta municipal, en otros, muy presente en la desaparición de diferentes puertas y paños de muralla, esencialmente a finales del siglo XIX y durante todo el XX, por unos más que discutibles criterios urbanizables. La labor de reconstrucción, al menos hipotética, es muy complicada, como resultado de la falta de documentación en algunos casos y a la falta de conocimientos sobre el tema en otros, pero al mismo tiempo necesaria para paliar el desconocimiento existente sobre este aspecto de nuestra ciudad.

Afortunadamente, y gracias al Proyecto Cultural Zamora Románica, se ha conseguido actuar sobre aquellos templos que han llegado hasta nosotros, además de difundir a turistas y zamoranos todas y cada una de las intervenciones realizadas mediante visitas guiadas, talleres infantiles, concursos de pintura rápida y fotográficos, etc. 

jueves, 31 de enero de 2013

Santa Lucía, una iglesia salvaguarda de nuestro legado histórico-artístico


La iglesia de Santa Lucía, hoy almacén del Museo de Zamora, datada entre los siglos XII y XIII y situada en la plaza homónima, acoge en su interior gran parte de la excelsa historia de Zamora y su provincia, como atestiguan la inmensa cantidad de piezas de variada procedencia que se almacenan en su interior.

Santa Lucía, cuyas primeras referencias escritas datan en torno al año 1200, fue edificada en la antigua Puebla del Valle, cerca de otras iglesias románicas, como San Cipriano, San Simón y San Julián. A pesar de su primitiva cronología, su fábrica románica ha sido posteriormente transformada por reformas ulteriores, como a comienzos del siglo XVI, cuando Antón Hernández y su mujer Benita Lozana costearon la construcción de la capilla de la Soledad, erigida a los pies de la nave meridional y cubierta por una magnífica crucer ía gótica. En el siglo XVII, se reformó la cabecera, abriendo en el testero de la capilla mayor un camarín típicamente barroco y realizándose la portada meridional, de sencilla composición manierista. Ya en 1745, se levantó la espadaña situada en el hastial. En el interior, las 3 naves originales se fundieron, probablemente en el siglo XVII, en una sola, con el volteo de grandes arcos perpiaños agudos. Del primitivo edificio románico, solamente se conservan el muro septentrional y parte del hastial.
 
En el interior de la iglesia, no visitable salvo petición expresa, puede observarse una buena representación de la historia y la arqueología zamoranas, extensible al propio Museo de Zamora, que va desde un buen número de estelas y mosaicos de época romana, a un sinfín de elementos arquitectónicos y heráldicos, pasando por sarcófagos, verracos y otras piezas que no tienen cabida, por razones de espacio y museísticas, en el mencionado museo. Algunos de las objetos más interesantes que se conservan en este almacén son los vaciados de escayola de los relieves, las estelas de los muros y una viga y dos grapas de madera, procedentes todos ellos de la iglesia visigótica de San Pedro de la Nave, y que han servido para precisar la fecha de su construcción, a través de una serie de estudios. Otra de las piezas que más destaca es el modelo preparatorio que Mariano Benlliure utilizara para su magnífico “Redentor camino del Gólgota”, que los zamoranos renombraron como “Redención”. En el interior de Santa Lucía, también descansan fondos pictóricos y escultóricos, además de piezas de carácter etnográfico. Dentro de los fondos pictóricos, lo más destacado es que hasta el año 2005 pudieron contemplar se en la cabecera dos grandes cuadros de Vicente Carducho, pertenecientes a la serie que este pintor realizase sobre la vida de San Bruno para la cartuja madrileña de El Paular, y que fueron depositados por el Museo del Prado, en cuyo taller de restauración se encuentran en la actualidad. En cuanto a los elementos heráldicos, destaca, principalmente, una serie de escudos realizados en su día por Eduardo Barrón, así como otros pertenecientes a la época franquista y a la Falange.

martes, 22 de enero de 2013

El románico zamorano genera casi medio millón de visitas en los últimos diez meses

 
El patrimonio de la capital atrae a 286.000 personas, con La Magdalena como iglesia más visitada. Más de 173.000 turistas conocieron los templos de la provincia. Con un mes más de apertura y visitas contabilizadas que la Catedral de Zamora y que algunos de los templos de la capital, la Colegiata de Santa María la Mayor fue el edificio religioso con mayor afluencia de público a lo largo de 2012, con casi 75.000 personas registradas. Su ubicación en el corazón histórico de Toro, una ciudad con notable tirón para los turistas, y las joyas que alberga en su interior, como el célebre Pórtico de la Gloria, convierten la Colegiata en uno de los emblemas patrimoniales más visibles de la provincia.

El cierre temporal de las iglesias románicas de la capital, en espera de un nuevo convenio para ponerlas a disposición de los visitantes, invita a reflexionar sobre el tirón turístico del patrimonio zamorano. Pues bien, el programa de apertura generó el pasado año, en poco ms de nueve meses, casi medio millón de visitas, la mayor parte de ellas en la capital (285.919) y el resto en los diferentes templos religiosos de la provincia (173.182). Con estos datos sobre la mesa, diferentes colectivos han pedido ya la reapertura inmediata de los edificios que permanecen cerrados en la ciudad desde el pasado 31 de diciembre, y que se han convertido, un año más, en uno de los principales focos de atracción para visitantes a título individual, familias y grupos organizados en numerosas excursiones organizadas, buena parte para personas jubiladas de todos los puntos del país.

Con estos números, el románico zamorano se reafirma como el principal gancho turístico de Zamora junto con las diferentes celebraciones de la Semana Santa en el mapa provincial. Cabe recordar que la demora en la firma del convenio a principios del pasado año relegó la apertura de los monumentos al uno de abril en la capital, con un cierre permanente los tres primeros meses del año. Pues bien, en estos nueve meses -de abril a diciembre- los templos de San Juan de Puerta Nueva (61.407) y La Magdalena (61.527) se convirtieron en las iglesias preferidas por los visitantes, en buena lógica, por la privilegiada ubicación de ambos edificios, en pleno centro de la ciudad.

Este mismo criterio hace que la joya del patrimonio zamorano, la Catedral, figure en el tercer escalón de los monumentos más vistos, dentro del programa de apertura y según los datos que acaba de recopilar el Patronato de Turismo. El Templo Mayor es uno de los doce edificios acogidos a este plan, aunque cuenta con condiciones específicas para ofrecer su riqueza arquitectónica y su patrimonio de bienes muebles -altar mayor, el la sillería del coro, la decoración de las capillas o las imágenes de la Pasión- al mayor número de personas posible.

En todo caso, estas tres primeras iglesias con los templos con un horario más amplio. Del resto del grupo, la iglesia arciprestal de San Ildefonso -la de mayor rango religioso tras la Seo- es la cuarta por afluencia de público con más de 28.000 visitas entre abril y diciembre. San Andrés (13.588), San Cipriano (13.117), San Vicente (12.551) y Santiago del Burgo (10.463) completan este primer conjunto, considerado de mayor importancia. No figura aquí, sin embargo, Santa María la Nueva, uno de los edificios más singulares cerrado durante los últimos tres años con motivo de una profunda reforma a la que tuvieron acceso decenas de personas durante unos meses gracias al programa gratuito de Zamora Románica.

Las iglesias que restan dentro del convenio abrieron sus puertas los fines de semana de abril a junio y de octubre a diciembre, mientras el acceso en verano fue posible durante toda la semana. Aquí, destaca el interés que suscita el templo del Carmen de San Isidoro, que generó 16.189 visitas. Le siguen con un número uniforme de personas San Claudio de Olivares (6.281), Santiago de los Caballeros (6.147) y Santa María de la Horta (5.906).

Cabe recordar que la puesta en marcha del acuerdo de apertura llevó al Patronato de Turismo a delegar el servicio en una empresa, que asumió la contratación de los trabajadores habituales. El órgano provincial y el Ayuntamiento aportaron 105.000 euros, mientras que el Obispado, titular de los bienes, corrió con los gastos de luz y calefacción.

Si en la capital, el cómputo de los datos resulta sencillo y concluyente, los números de la provincia son más dispersos. Los números facilitados por el Patronato de Turismo afectan de manera específica a las iglesias acogidas al convenio, dotado este año con unos 85.000 euros con la incorporación de dos nuevos templos con respecto a años anteriores. En la provincia, el patrimonio monumental -con edificios románicos y de estilos posteriores- generó 173.182 visitas entre los meses de marzo y diciembre del año pasado.

Aquí, como cabía esperar, la Colegiata de Toro es el bien con mayor afluencia de turistas en una ciudad que mantiene su atractivo para los forasteros. Así, el templo de Santa María la Mayor fue visto por 74.259 personas. No hay otro ejemplo similar en toda la provincia, un edificio de notable relevancia arquitectónica, histórica y religiosa que esconde entre sus muros el bello Pórtico de la Gloria, el conjunto pétreo policromado recuperado hace años para sorprender a quienes acceden al templo insignia de la ciudad toresana.

Toro es el municipio con mayor patrimonio accesible a los visitantes y en los últimos diez meses recibió casi 90.000 visitas. En este contexto y siempre dentro del convenio provincial, la iglesia de San Salvador fue la más vista (6.231), seguida del monasterio de Sancti Spiritus, con 2.664 accesos contabilizados. A continuación, San Lorenzo (2.633), Santo Sepulcro (2.568) y San Sebastián (1.193).

Para seguir viendo iglesias, habría que desplazarse al norte. En Benavente, el templo de Santa María del Azogue registró 14.505 visitas mientras que el otro edificio abierto, San Juan del Mercado, fue observado casi por 6.000 personas. A pocos kilómetros de la ciudad, se sitúa uno de los monumentos más singulares de la provincia. Santa Marta de Tera, célebre por su estrecha relación con el Camino de Santiago y el singular fenómeno de su luz equinoccial, fue vista por 4.694 personas entre el uno de abril y el 15 de diciembre.

El resto de bienes religiosos que aparecen en la relación de 2012 se encuentran más dispersos por el territorio provincial. De entre ellos, destaca la afluencia de público a una de las villas de mayor gancho turístico. En Puebla de Sanabria, más de 27.000 personas accedieron al templo de Santa María del Azogue. Por su parte, el cenobio cisterciense de San Martín de Castañeda fue visitado por más de 13.000 forasteros, mientras que la iglesia más antigua de la provincia, San Pedro de la Nave, registró casi 10.000 forasteros pese a estar limitado el acceso a los fines de semana los últimos meses del año. Cierran la estadística los templos de Santa María de Tábara, poco más de un millar de visitantes, y Nuestra Señora de la Asunción en Fermoselle, a la que accedieron más de siete mil personas.

Con las cifras sobre la mesa, es evidente que el excelso patrimonio zamorano conserva el interés para los turistas, los aficionados al arte y la arquitectura y los propios vecinos. En el vasto conjunto de templos religiosos, los de carácter románico, también los más antiguos, generan miles de visitas a la ciudad y a la provincia que justifican el programa de apertura de monumentos.

Fuente: La Opinión de Zamora